Templos no son cuevas
de ladrones
Notielcristiano.-
Durante la última semana de Jesús en la tierra uno de los eventos más
resaltantes en los evangelios es la llamada purificación del templo de
Jerusalén; edificación que representa en el Antiguo Testamento al Tabernáculo
construido por el pueblo de Israel, específicamente para la adoración.
En dicho templo moraba la presencia de Dios y para poder
aproximarse todos debían presentar ofrendas y sacrificios. Cuando llegaron a la
tierra prometida, construyeron en Jerusalén un templo con las mismas
especificaciones y propósito.
Para el momento en que vivió Jesús ya no era el templo
original, en su lugar había uno construido durante el mandato de Herodes.
Mientras tanto el pueblo judío se había dispersado por diferentes territorios,
pero mantenía la costumbre de ir al templo a presentarse, llevar sus ofrendas y
sacrificios; llegaban desde diferentes lugares con diferentes monedas para sus
ofrendas y adquirir los animales para el sacrificio.
Dios no es un negocio
Las referidas condiciones despertaron en algunos líderes
religiosos la codicia, y la corrupción contaminó el espacio, porque ellos se
beneficiaban en gran medida del cambio de monedas y la venta de animales,
aprovechándose de las personas que iban a adorar a Dios, tanto que rechazaban
algunos animales si no se los compraban a ellos, además instalaron a los
cambistas y comerciantes en el espacio destinado a recibir a los gentiles (no
judíos) que querían acercarse a Dios.
Ese era el cuadro que se presentaba ante los ojos de Jesús
cuando se acercó aquella vez al templo. Indignado reaccionó echando a los
vendedores y cambistas, desalojando el lugar por la fuerza, volcando las mesas con monedas y
espantando a los animales.
“Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será
llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho
cueva de ladrones”. Mr 11:17 Lc. 19.45-48; Jn. 2.13-22 Mateo 21:12-13
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