El Cristiano.- En una ocasión un fariseo llamado Simón rogó a Jesús que comiese con él.
Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa.
Entonces una mujer de la ciudad,
que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo,
trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies,
llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus
cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que
había convidado a Jesús, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién
y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón,
una cosa tengo que decirte.
Y él le dijo: Di, Maestro.
Un acreedor tenía dos deudores:
el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos
con qué pagar, perdonó a ambos.
Di, pues, ¿cuál de ellos le amará
más?
Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a
quien perdonó más.
Y él le dijo: Rectamente has
juzgado.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta
mujer?
Entré en tu casa, y no me diste
agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado
con sus cabellos.
No me diste beso; mas esta, desde
que entré, no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha
ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le
son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco
ama.
Y a ella le dijo: Tus pecados te son
perdonados.
Y los que estaban juntamente
sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también
perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer: Tu fe te
ha salvado, ve en paz.
Lucas 7:36-50
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