Prensa El Cristiano.- Una tarde Jesucristo pasó por el pueblo de
Samaria, y fatigado se detuvo junto al pozo de agua de Jacob, estando ahí llega
una mujer a sacar agua y él le dice “dame de beber”.
La mujer le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me
pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no
se tratan entre sí.
Jesús le dijo: Si conocieras el
don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te
daría agua viva…el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; el
agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
Seguidamente le pregunta y
comenta aspectos de la vida de ella, a lo que le responde: “me parece que eres
profeta”.
-Sé que ha de venir el Mesías,
llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
-Jesús le dijo: Yo soy, el que
habla contigo.
Al regresar junto a Jesús los
discípulos, que habían ido a la ciudad a comprar comida, se sorprendieron de
verlo hablando con una mujer. Ella se marchó con los de su pueblo a contarles
lo sucedido.
Y muchos en aquella ciudad
creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio. Entonces
vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y él se
quedó allí dos días. Y creyeron muchos
más por la palabra de él.
Así que Jesús escoge a una mujer
para revelársele al pueblo samaritano, ella se vuelve portadora de su mensaje y
testigo de sus palabras. Tras este encuentro ella se convertirá en instrumento
de salvación para su pueblo.
Jesús se manifiesta ante ella
como el cristo, salvador no solo del pueblo de Israel, también de los
samaritanos y del resto del mundo.
Ratificando así el universalismo del evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario