Este relato se encuentra en el capítulo 4:1-16 de Génesis y es muy conocido entre los cristianos.
Se trata de Caín, el primer hijo de Adán y Eva luego de que estos fueran expulsados del Edén.
Caín tuvo un hermano; Abel. Ambos crecieron y el primero se dedicó a cultivar la tierra, mientras que Abel se dedicó a ser pastor.
Cierto día Caín presenta como ofrenda a Dios frutos de la tierra, mientras que Abel llevó como ofrenda algunas de sus mejores ovejas.
Sucedió que a Dios le agradó la ofrenda de Abel y no así la de Caín, quien se molesta y entristece mucho.
Dios le pregunta ¿Por qué estás enojado? ¿Por qué ha decaído tu semblante?
Después le dice: Si tú haces lo bueno yo te aceptaré, pero si haces lo malo, entonces el pecado te estará esperando para atacarte; te quiere dominar, pero tú debes dominarlo a él. Gen 4-7
El pecado
Caín no escuchó ni entendió el mensaje, él fue, invitó a su hermano al campo y ahí lo mató.
Cuando Dios le pregunta ¿Dónde está tu hermano Abel?
Caín responde: No sé ¿Acaso es mi deber vigilar a mi hermano?
El Señor le dijo: ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano grita desde el suelo pidiendo justicia.
Castigo
Ahora quedarás maldito y expulsado de la tierra que ha bebido la sangre de tu hermano, que tú derramaste.
Cuando trabajes la tierra, ya no te dará frutos. Serás un fugitivo y vagarás por el mundo.
Caín le dijo al SEÑOR: —Mi castigo es más de lo que puedo soportar.
Hoy me has echas de esta tierra y voy a tener que ocultarme de tu presencia.
Tendré que ser un fugitivo que vaga por el mundo, ¡pero cualquiera que me vea me matará!
No será así, dijo el Señor. Puso una señal en él para que no lo mataran y proclamó que si alguien lo mataba, esa persona sería castigada hasta siete veces.
Caín se fue entonces al oriente y ahí vivió y tuvo descendencia.
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